Gracias a todos por vuestra mirada.

viernes, 28 de enero de 2011

La piel de la serpiente

Quisiera poder mudar la piel inerte de una pieza

como la mudan las serpientes,

como se olvida un guante

en una sala de espera.



Mudarla como se mudan los recuerdos

tumbada en el diván de una consulta.

Dejar que se seque al sol, o se pudra.

Y volver a lucir una piel brillante, suave, húmeda…

domingo, 9 de enero de 2011

Del invierno...


El invierno fue largo y frío. La primavera no se atrevía a irrumpir en mitad de esa nieve que lo cubría todo. Desde las copas más altas de los cipreses hasta las frondosas praderas a ras de suelo. Todas blancas, inmaculadas. Nada ni nadie parecía tener el valor de romper el hielo gélido de un invierno que se apoderó de los meses otoñales arrancando sus hojas a cuajo sin darles tiempo a despedirse de sus ramas. Y ahora amenazaba a cualquier soplido cálido que se atreviera siquiera a respirar. Como los lobos cuidan de sus lobeznos, el invierno cuidaba del letargo de sus osos en sus guaridas ante cualquiera que desafiara despertarlos. Pero la naturaleza se abre camino y la nieve se disuelve devolviendo el agua a sus ríos. Del blanco nacen raíces insurgentes que se sublevan al monolítico de sus inmaculadas praderas. Los árboles vuelven a poblar los bosques de verdes. Los osos despiertan de su letargo. Lenta, perezosamente. Y para cuando asoman su hocico por la boca de la cueva, casi pueden ya sentir el fin de otro otoño dando paso a ese invierno frío y largo que se va apoderando del tiempo. Y no es una estampa navideña con una casita al fondo con fuego en la chimenea y luces de colores. Es un paisaje blanco donde no se distingue el agua de la tierra, ni el norte del sur, ni la derecha de la izquierda. Todos los árboles son blancos, iguales, sin frutos y sin pájaros. Hasta la arena del mar se cubrió de nieve. Quizá por eso me gusta mirar el mar. Allí la vida sigue siendo de color a pesar del invierno.