“No llevo la cuenta al día, Pero sé muy bien
Hasta dónde alcanza mi deuda.”
Le debo a Cenicienta un reloj sin hora,
mil y una noche más a Sherezade,
una manzana inocente a Blancanieves,
unos gorros a los duendes,
y escobas nuevas a las brujas.
A Rapunzel le prometí unas escaleras
y a las sirenas, otras melodías.
A las hadas no les debo nada.
A Pinocho, tampoco.
Pero a su Pepito Grillo,
que intuyo es el mismo que el mío,
he de comprarle sin falta, otro cuaderno
que por algo es el contable de las conciencias.