Juro no volver a creer en toda la verdad
y nada más que la verdad
por mucho que haya biblia de por medio
o juramentos de sangre para toda la eternidad.
Juro no volver a beber vino en botellas de leche
ni escuchar los alegatos a su favor
—siempre tan coherentes— que hacen dudar incluso,
si la vida existe más allá de su digno nombre.
Juro no volver a estampar mi firma ante notario
que nunca lee los anexos con los que la vida te sorprende,
y juro no volver a creer que los olmos pueden dar peras,
porque los olmos, como dice la poeta Montojo,
no dan peras, solo dan sombra.