No recuerdo
ya el mes ni el año
-siempre es
ayer-
Cuando la
muerte derribó
la puerta de mi casa de un portazo.
Ni siquiera
tuvo la decencia
de apretar
el gatillo y matarme de un disparo.
Me hizo su
rehén
me robó el
cielo de los ojos,
los besos de
los labios,
las caricias
de la piel.
Llenó mi
boca de silencios
me ató las
manos a la espalda
cortó mis
alas de un tajo,
y ancló al
suelo mis pies.
Atrás
quedaron los paseos por la luna
la luz
naranja del amanecer,
las risas
cómplices de madrugada
y los sueños
que soñé una vez.
Se hizo la
dueña de todo cuanto amaba.
Me privó del
llanto
licuó mi
sangre hasta convertirla en agua,
confiscó mis
deseos más recónditos,
y me negó hasta
el derecho
a morirme
del todo.
12 comentarios:
rehenes todos los ayeres que nos ata a lo vivido... pero que sería de nuestro hoy, sin ese ayer?
Carmen, besos ya cercanos :)
Te lo he dicho en FB pero te lo digo aquí también. Es un poema hermosísimo en su desgarro.
Un abrazo fuerte
María querida, qué ilusión encontrarte entre mis letras del hoy. Ya queda poquito para encontrarnos de nuevo.
Besos adelantados.
Ana, gracias siempre por estar ahí, y compartir estas miradas que tanto duelen.
Un abrazo que ya tengo ganas de poder dártelo en vivo y en directo.
Nos vemos pronto.
Si al final de cuentas siempre somos rehenes de algo... lo otro sería volar.
Beso
Es un gran poema que duele.
Ojalá haya distancia entre la poeta y la persona y que esos ojos azules recuperen la luna de luz naranja.
un abrazo enorme
Marcelo: Yo quiero lo otro. Volar, volar, volar...aunque sea con las alas recortadas.
Un beso
Vera amiga: A veces ni yo misma sé distinguir quién es quién, si es que no somos la misma cosa. ¡Qué bonitos serían unos ojos color luna anaranjada!
Gracias por tu mirada.
Un besazo
Bonito y desgarrador poema Carmen, pero siempre nos quedará volar, como bien dices. Ya sabes que todo es cuestión de creer.
Un abrazo cielo.
Rosa: A veces creo que también me robó la fe. Tendré que seguir esperando a que me nazcan alas nuevas.
De momento, un abrazo con mis dos brazos.
al menos podemos confesar que hemos vivido, que conocemos esos amaneceres y que los echamos de menos. Porque ya vamos comprendiendo lo que realmente queremos.
Besos grandes
Así es José Ángel: Cuando has tocado el cielo con las manos, ya no te conformas con menos
Un abrazo.
Qué forma más bonita de expresar el dolor.
Ya cambiarán las cosas... Escaparás, sin duda, no muy tarde.
Y te saldrán alas nuevas y firmes, nacidas del deseo durante el cautiverio...
Y se colará el aire de la vida por una rendijita de tu puerta, que te dará las fuerzas que hacen falta para fundir al paso los barrotes...
Te quiero, Carmen.
Un abrazo.
Mi dulce Laura: A veces creo que tanto tiempo en cautiverio ha conseguido que desarrolle el síndrome de Estocolmo...
Un beso de esos que escapan a través de los barrotes.
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