Gracias a todos por vuestra mirada.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Boca con boca.

Todavía puedo oler las mañanas a café recién hecho. Puedo escuchar nuestras risas en la madrugada sin prisa. Mis manos todavía pueden moldear tu silueta recortada en la sombra. Esculpir a ciegas tu rostro sin olvidar ninguna modalidad de tu sonrisa. Puedo peinar tu cabello negro y enredarlo entre mis dedos de arcilla. Tallar a pulso cada recoveco, cada lugar estratégico donde se esconden cicatrices juveniles y otras no tan jóvenes. Mi pensamiento aún reproduce fidedigno el compás de tus palabras y tus silencios. Mido al centímetro tu pecho con mi pecho, la simetría de tus brazos por el número periódico de abrazos que cabían en ellos. Abrazos que tendían al infinito. Si cierro los ojos todavía siento el calor de tus besos apoderándose de mis tristezas, la caricia de la yema de tus dedos amansando mi esperanza, quizá la tuya. Tu amor sin fisuras haciéndome el boca a boca para restituir mi alma fugada a laberintos sin puertas de salida. Tu aire lograba traerla siempre de vuelta sana y salva. Y cada mañana te daba las gracias, y cada día merecía la pena, aunque sólo fuera por ese instante en el que me redimías de mi misma. Si alguna vez vuelves a encontrar mi alma por alguno de esos laberintos intransitables, dile que la echo de menos, aunque no tanto como echo de menos la tuya.

jueves, 18 de noviembre de 2010

El color de mi sangre.

Llevo en la sangre la derrota
de la que otros fueron testigos
o herederos de la Historia.

Llevo en la sangre las palabras
que otros pronunciaron
al oído no nacido.

La tengo cargada de promesas
incumplidas, de sueños rotos,
de ilusiones que no eran mías.

Noto la espesura de su líquido
rojo, envenenando las venas
pálidas de mi cuerpo.

También llevo en la sangre
el olor a uvas convertidas en vino.
El esfuerzo diario al clarear el día,
el cansancio de lunas baldías
de lluvias inoportunas.

La tengo llena de grumos
que se arrastran por mi cuerpo
y colapsan mi aliento.

Sangre que huele a muertos
de guerras que no he luchado,
y sin embargo se siguen librando
en los hijos de los hijos.

A veces tengo ganas
de abrirme las venas de un tajo
para que la sangre fluya,
y extirpar con mis dedos
todos esos coágulos
que impiden que mi corazón
bombé al ritmo de la vida.

Extraer la sangre acumulada
de los siglos, y ver de qué color
es la sangre de mi cuerpo.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Frente a frente

Las palabras recorren el estrecho espacio que separa una boca de otra boca. Los ojos se clavan los unos en los otros acortando distancias. Los gestos de los cuerpos hablan su propia lengua. Los oídos se hacen sordos, el olfato se agudiza. La garganta se seca e intenta aliviarse bebiendo pequeños sorbos de la copa que acarician los dedos que anticipan las caricias. Por fin los ojos se cuelan en el escote y las palabras ya no atinan donde esconderse. Y se callan. Se callan del todo y respiran. Sólo respiran. 

martes, 9 de noviembre de 2010

Noche

No duermo. No puedo.

El día se ha hecho noche
y la noche no se acaba.

No sé ya si mis ojos
están cerrados o están abiertos.

Veo las sombras a luz que invento
moviéndose en todas direcciones
sin atinar a quedarse quietas.

Las ignoro y desaparecen.
Y al rato vuelven, y al rato
pienso: "Si ya será de día".

sábado, 6 de noviembre de 2010

El sapo verde.

Experimento con las palabras lo que está vedado vivir. Experimento con los cinco sentidos que guarda la memoria. Las palabras me permiten crear universos llenos de estrellas que están por nacer. Me encierro en mi laboratorio lleno de imágenes que flotan, personajes que me hablan desde otras dimensiones. Mezclo en un tubo de ensayo sus voces con mis dedos, la ventana del patio, con paisajes capaces de transformarse en primavera dentro del invierno. Observo cómo el color de esa mezcla se va transfigurando, y yo, ya no soy yo, ni nada es lo que parece. Me convierto a golpe de tecla en una bailarina de claqué o en una bailarina de burdel. Incluso puedo ser las dos mujeres a la vez. Puedo inventar amantes capaces de poner cada beso en su lugar, y amantes que no atinarían nunca a besar el lugar exacto del placer. Consigo que mi cuarto huela a jazmines, a rosas, a canela, a vainilla, a aromas que absorben  el humo de los cigarrillos que se consumen al atardecer. Puedo desnudar mi cuerpo y sentir que es perfecto tal y como está, o arrancarle una pierna y un ojo, y ponerle uno de cristal. A veces las mezclas resultan explosivas, y me aseguro de abandonar mi laboratorio sin confundir la pierna izquierda con la derecha, ni llevar en la frente un solo ojo. A juzgar por algunas miradas, pareciera que me hubiera olvidado de algo. O que me hubiera convertido de repente en un auténtico sapo.

Image: 'Why I'm Going to Work for Zooomr'

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