Gracias a todos por vuestra mirada.

jueves, 29 de marzo de 2012

Deudas pendientes


“No llevo la cuenta al día, Pero sé muy bien
Hasta dónde alcanza mi deuda.”

Le debo a Cenicienta un reloj sin hora,
mil y una noche más a Sherezade,
una manzana inocente a Blancanieves,
unos gorros a los duendes,
y escobas nuevas a las brujas.

A Rapunzel le prometí unas escaleras
y a las sirenas, otras melodías.

A las hadas no les debo nada.
A Pinocho,  tampoco.
Pero a su Pepito Grillo,
que intuyo es el mismo que el mío,
he de comprarle sin falta, otro cuaderno
que por algo es el contable de las conciencias.

sábado, 17 de marzo de 2012

Desafío


Juego al escondite con la muerte
tratando  de esquivarla en cada esquina.
Desafío al dolor que se cuela por mis muelas
y se hace el dueño y señor de todas mis neuronas.
Desafío a la magia que esclaviza con  hechizos
y con cantos de sirena.
Al accidente de tráfico escrito en las palmas de la mano,
al número de hijos que llegan sin aviso
engendrados en el trébol de la suerte.
Al gato negro que cruza la calle,
a la ciencia para no hacer de conejillo,
a las frases lapidarias que nacen del ombligo
y se instalan en tu espalda,
a los zapatos de tacón
intentando mantener el equilibrio.

domingo, 11 de marzo de 2012

Vagones sin retorno.

A todos mis recuerdos y a todos los que están por venir.



No sé cuántos años tenía exactamente.
Podría decir una cifra cualquiera,
o cualquier otro número aproximado
a los desayunos de domingo llenos de sorpresa.

Podría escribir  el número con  letra:
 “Adiós definitivo a los juegos de muñecas,
a los brazos del sofá cabalgando por el bosque
entre cuatro sillas y una mesa."


Podría fijar una fecha de aniversario
el día que se bajaron del carrusel
mis sueños de princesa.

Hablar del cumpleaños de aquella tarde,
cuando descubrí  que el mundo
no se recortaba con tijeras
ni estaba dentro de una tarta.

Fue un mes de otoño, eso seguro.
Atrás quedaban las vacaciones en el pueblo,
los besos de la abuela,
los inviernos sin estufa.


No sabría decir cuántos años tenía exactamente,
pero se parece mucho
al número de vagones sin retorno.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Ignorancia



Ignoraba que los problemas fueran tan propios
como las huellas dactilares o el iris de los ojos.
Que los problemas ajenos no fueran nuestros,
siempre de otros.

Que una casa resultara  más beneficiosa
si la gente duerme a la intemperie
sin techo y sin paredes
aunque desluzcan el paisaje.

Que dar cobijo ya no fuera un valor
si no contabiliza en el IBEX 35
-requisito indispensable -

Que la comida se comprara
a las puertas del mercado
con nocturnidad y alevosía
para ocultar en lo posible
la cara oculta de la miseria.

Que el sudor de la frente
Ya no fuer suficiente
para ganarse el pan de cada día.

Ignoraba que el corazón pudiera ser de hojalata
y pudiera vivir fuera de los cuentos de Oz.
Que la muerte pudiera ser colateral
y la medicina un privilegio
sólo apta para enfermos con dinero.

Ignoraba que la educación
fuera la principal sospechosa
de atentar contra lo humano y lo divino.

Que los gritos de los pueblos
pudieran verse en cine mudo
como se mira una película de Charlot.

Que la justicia fuera de papel mojado
y que existieran paraísos fiscales
donde no existe el hambre, ni la sed.
Ni la decencia.