Gracias a todos por vuestra mirada.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Un estado especial

Quería esperar para iniciar el nuevo año con un pequeño homenaje a mis tres amores, pero el amor no entiende de esperas. Ustedes me entenderán.

Es un estado especial. Eso seguro. Lo primero que aparece es una sonrisa inmensa, como si no encontrara el límite de las comisuras de los labios. Una sonrisa pegada a la cara de la que no puedes desprenderte. Después aparecen otros síntomas menos poéticos si cabe, pero tan inevitables como sonreír. Los pechos crecen, y da igual si ya son grandes o han sido pequeños siempre. Crecen igualmente. El vientre se redondea y por primera vez te alegras de que la báscula vaya marcando un kilo más por mes. Tus primeros movimientos fueron como tus primeros pasos. Te contaba cuentos y te cantaba nanas, y te llevaba a todos lados conmigo. No podía dejar de acariciarte todo el tiempo y de perseguirte con mis manos, y amarte, amarte desde el principio de los principios. Tanto te amaba que pensé que no podría amar a nadie más. Quería ser toda para ti. Pero entonces, mis pechos volvieron a crecer. Y si tú me descubriste la grandeza del amor, él me descubrió que el amor no tiene límites. Vivir con alguien dentro de tu cuerpo y de tu alma es maravilloso, pero vivir de nuevo la experiencia es la maravilla de las maravillas. No importa cuántos pepinillos tengas que comer, o cuántas veces se te doblen los riñones o tengas que despertar en mitad de la noche. Cada vez es una oportunidad para recordar cuánto amor cabe dentro. Después, fuera ya de la primera cuna, pasado el sueño y pasado el momento de separarnos el uno del otro, llega el día de poder sentir piel con piel, y ahí sabes que ya no habrá ningún cordón umbilical que te pueda volver a separar. Con lo que no contaba es con que la vida me regalara una oportunidad más para soñar. Y ahí estáis los tres, tan dentro y tan fuera de mi. Tan míos y tan vuestros. Sólo espero que la vida os regale la mismas satisfacciones que vosotros me habéis regalado a mi.

viernes, 19 de diciembre de 2008

¡Feliz Navidad!


Queridos amigos:

Llevo varios días pensando una dedicatoria para felicitaros la Navidad. Pero tantos buenos deseos no caben en un trozo de papel. Las palabras a veces se quedan pequeñas ante la grandeza de las emociones. Y yo, quiero deciros que mi emoción es tan grande ante cada una de las palabras que he recibido de vuestra parte que sólo puedo deciros: GRACIAS.
He pedido a los Reyes Magos que os traigan un saco lleno de hadas para que todos vuestros deseos se cumplan y que las musas no os abandonen jamás.
También les he pedido tiempo. Tiempo para poder seguir disfrutando de cada una de vuestras entradas llenas de poesía, de historias, de vivencias, de emociones, de imágenes...
Y para terminar decir que además de las navidades de diseño, sigue existiendo una emoción casi infantil que saca lo mejor de nosotros mismos.

¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!

martes, 2 de diciembre de 2008

Cómo olvidar la magia.

Cómo se puede olvidar todo lo que no se ha dicho y ha quedado por decir. Olvidar el aire que quedó sin respirar, asfixiándose, ahogándose en la garganta. El dolor de las caricias postergadas, los besos a destiempo, los desvelos en la madrugada, los deseos insatisfechos. Cómo olvidar las coincidencias imposibles, las lágrimas desgastadas, los desencuentros, los encuentros desatinados, los calendarios desprogramados, las ilusiones hechas pedazos entre cuadrantes descuadrados. Cómo olvidar que nos quisimos tanto. Cómo olvidar que iba de tu mano, siempre contigo, siempre a tu lado. Cómo olvidar los versos que te regalaba, cómo olvidar nuestra magia. Esa misma magia que ahora no sabe cómo olvidarnos.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Versiones

La ilusión

No quiero conocerte, ni verte, ni tocarte, ni abrazarte, ni besarte. No quiero que me hables con tu voz porque sonaría diferente a la voz que consuela mis desvelos. No quiero que veas mis ojos verdes, ni mis pechos blancos, ni acaricies mi melena revuelta, ni mi piel necesitada. No quiero convertirme de repente en una mujer cualquiera, porque desaparecerías para siempre. Y sin ti, desaparecería la ilusión de alcanzarte.

Síntomas

No quiero nada más. Sé que queríamos todo. Saberlo todo el uno del otro. Saber el lugar de nacimiento, el nombre de la madre, del padre, de los hermanos. Saber a qué edad perdimos la virginidad, con quién, cómo fue. Queríamos olernos, y tocarnos, y besarnos, y pasear por los parques cogidos de la mano. Y hacer el amor al caer la noche en una cabaña en lo alto de un monte. Y queríamos seguir viéndonos toda la vida y que la vida no se acabara nunca. Queríamos encontrarnos al doblar una esquina, y llamarnos para escuchar nuestras voces diciendo “te quiero” una vez más. Pero al doblar la esquina, me di cuenta que dentro de un tiempo ya no me sorprendería encontrarte, y que tal vez el móvil dejaría de sonar un día inesperadamente, y que cambiarías una noche de amor por una de trabajo, y que conocería a tu familia y perderían el encanto de tus sensaciones. Y que sólo quedarían besos y abrazos en una cama almidonada, y olvidaríamos pasear por el parque cogidos de la mano. Que tu olor se confundiría con el mío y me olería diferente. Y llegaría el día en que sería tu mujer para siempre, o tu amante ocasional, pero que ya no querrías conocer todo de mi, porque sin saberlo, creerías saberlo. Y entonces desaparecería para siempre aquello que fue y dejó de serlo. No quiero nada más. Sólo quiero que sea lo que fue antes de dejar de serlo.

domingo, 16 de noviembre de 2008

El último beso

Dejé mi despedida sobre la almohada, después de hacernos el amor como dos locos poseídos, como dos locos que saben que será la última vez. Después de haber esperado mucho, después de habernos amado mucho, después de darnos todos los besos y haber saboreado cada rincón oculto. Después de enredar el alma entre las piernas y entre los brazos, y acariciarla con nuestras manos y nuestras bocas. El deseo desbordado de los límites de la palabra.
Los dos estuvimos de acuerdo. Sólo una vez más. Escribí un simple adiós con un lápiz improvisado. Tan simple que me tembló el pulso. Tan simple que no pude escribir una palabra más. Como si todo ya estuviera escrito desde antes y para siempre. No me volví a mirarte. No me hubiera podido marchar si hubiera vuelto a ver tu pelo revuelto entre las sábanas mojadas, y hubiera vuelto a enredar mis dedos entre tus rizos. No hubiera podido cerrar la puerta dejando atrás tu mirada condenada al olvido desde el principio. No te di el último beso. Salí de puntillas tal y como entré en tu vida, pillándote desprevenido. Sin hacer ruido, sin levantar sospechas. Recogí mi ropa esparcida por la cama y por el suelo y me vestí a medias. Salí descalza y con la respiración contenida. Se escuchó un “clic”, y después silencio. Me crucé con otro huésped que intentaba abrir su cerradura, o tal vez cerrarla como estaba haciendo yo. Susurró un “buena noches” con los ojos caídos y la voz a medias. Casi tan inaudible como la mía. Todavía no había amanecido. Aún es de noche.

martes, 11 de noviembre de 2008

¡Qué cosas!

¡Qué cosas! Desde que te has ido vivo con una extraña. A penas habla, y su café es demasiado negro y demasiado amargo de buena mañana. Se cepilla el pelo sin ganas a la hora de dormir, se queda fija en el espejo durante un rato, y a medida que se mira, parece que se transformara. Luego se mete en la cama con un pijama viejo, y se abraza a la almohada. Algunas noches la oigo llorar hasta la madrugada. No lee, ni escucha música, ni baila. Vaga como un fantasma, husmeando todo el tiempo, como si respirara algo que le falta. Nunca invita a nadie. Hace cosas extrañas. Come a deshoras, no cocina, ni limpia la casa. Habla sola por los rincones y ha desconectado el móvil. Se viste con la misma ropa y dicen, los que la conocen, que tiene desviada la mirada. Se desploma en tu sillón y yo casi la miro con rabia. ¡Qué cosas! Nunca la había visto antes de tu marcha. Y ahora, es como una condena tenerla a todas horas pegada. Trato de ignorarla, pero siempre termina arrastrándome a esos lugares a los que juré no volver. No me gusta esta extraña. Repite cada día los mismos pasos como si fuera la única forma de darlos. Le estorba la luz y va tropezando con los pocos muebles que quedaron. No quiere escucharme. Creo que se regocija sufriendo. ¡Qué cosas tiene esta extraña! Sin embargo, a veces creo, que podremos ser amigas con el tiempo. Con el tiempo.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Cuando por fin...


  "La gente feliz no tiene historia"
               (Simone de Beauvoir)                                                                               

Cuando ya no te piense, ni te añore, ni te busque entre luces de tinieblas, ni te espere en el tiempo inexistente, sabré que te has ido para siempre.

Cuando sople las cenizas al viento junto con tu nombre rechinando entre los dientes, y el mar ya no me sepa a tu boca, ni las sábanas me duelan en la piel,  sabré que te has ido para siempre.

Cuando ya no me invente tu mirada ni la vea reflejada en la luna de mis noches. Cuando sólo escuche mi latido latiendo al compás de mi existencia, sabré que te has ido para siempre.

Cuando pueda volver a escuchar el sonido de las risas, y respirar el aire sin asfixiarme en tu aroma, y sentir mis manos al contacto cálido de otra mano amiga. 

Cuando mis ojos puedan mirar el mundo sin ver tu sombra arrastrándome de nuevo en una inútil búsqueda, sabré que te has ido para siempre.

Y por fin, dejaré de respirarte, de pensarte, de añorarte, de nombrarte. De amarte. Por fin te habrás ido para siempre.


domingo, 2 de noviembre de 2008

La guardiana de secretos

Siempre he sido una guardiana de secretos aunque nunca supe guardar los míos. Tal vez no tenía, o dejaban de serlo en el mismo momento que los decía. Y se los decía a todo aquél que quisiera conocerlos. Como si actuara bajo el influjo del BIEN o en caso contrario, como si me apresurara a la penitencia de contarlos para absolver cuanto antes mi pecado. Porque todo secreto tiene algo de pecado. O quizá sólo se trate del cobarde miedo a que nos descubran diferentes con ellos. Y yo, la guardiana orgullosa de las marcas lacradas a fuego, me convertí sin quererlo o sin saberlo, en parte de ellos.
Fui la amiga de la esposa infiel, del hombre que ya no lo es, del contable que contó mal, del padre que repudió a su hija, de la madre que pagaba lo que su hijo robaba, del doctor que equivocó su vocación, del escritor que a escondidas escribía…Y así poco a poco, secreto a secreto, aprendí a admirar secretamente la fortaleza de vivir con esa carga a las espaldas. Y yo, liviana, me dejaba cargar con ellos, sin saber que uno sólo, pesaba el doble cuando se convertía en propio.

viernes, 31 de octubre de 2008

Mi amigo invisible

Hacía tiempo que no escribía desde mi otro yo.

Nunca me dejaron invitarte a merendar, ni a jugar en mi jardín, ni ir a montar en bicicleta contigo. Me apartaron de ti desde el principio. No hubo tardes de cine, ni paseos, ni bailes, ni fiesta de pedida. Decían que no eras buen amigo porque no te dejabas ver mas que por mi. Que no podrías ayudarme si me cayera, que echaría de menos tu mano cuando no pudiera levantarme. Se negaban a creer que yo te viera y tú me vieras a mi. Se negaron a creer que me hablabas y me acariciabas cuando conseguíamos escapar a su mirada. Te negaban a ti sin saber que así me negaban a mi también. Sólo les importaba mi felicidad, eso decían. Y me llevaron lejos, a un lugar que no se parece a nada. Es todo blanco, y frío, y sólo hay una ventana. Pero desde allí, en la distancia, todavía veo tu mano saludando, y por un momento sonrío. Dicen que mejoro. Pronto podremos vernos.

martes, 28 de octubre de 2008

Los sueños...

No quiero más sueños que los que puedo lograr. No quiero el patetismo de verlos incumplidos ni el patetismo de vivir muriendo en el intento. Quiero vivir de sol a sol y hacer recuento de los besos que me han dado, de los llantos escuchados y consolados y no postergados. Quiero vivir con tu mano tocando la mía, juntando la carne despierta, y despertar la carne dormida. Porque la locura se cura viviendo y sabiendo que los sueños, sueños son. Que todos sueñan lo que son aunque ninguno lo entienda.

lunes, 20 de octubre de 2008

Palabras

Menos mal que como dice la Flaca, ahora las rimas pueden ser libres. Ahí os dejo unas cuantas palabras que tratan de rimar con el desamor.

Contigo aprendí a escuchar
el silencio de las palabras.
Aprendí a acariciarlas
con el pulso de mis dedos
latiendo en cada letra.
Aprendí a escuchar su sonido
siempre callado y atento.
Siempre en silencio.

Aprendí a mirarlas
con mi cuerpo entero
dejando que me poseyeran.
Dejándolas resbalar
por cada poro de mi piel
desnuda de pudor
y deseando tatuarlas
con el fuego de tu boca.

Juro que sentí cómo me besaban
cómo me miraban,
cómo me tocaban el alma.
Cómo me arrancaban
del papel un suspiro.

Me inundaste de ellas
vibrando de emoción
vibrando de placer
al calor de cada una
ardiendo entre mis piernas.
Me perdí en su dulce veneno
envenenándome sin saber
que mañana no serían
sino un papel. En blanco.

jueves, 16 de octubre de 2008

Después

Mi vida es una prosa con alma de poeta. Vivo cada día con el ánimo doblado por la mitad. Miro crecer las margaritas en la maceta de mi casa y me evocan un campo lleno de mil colores. Las riego con agua fresca del grifo mientras imagino que es un manantial. Las huelo y me huelen a nada. Aspiro con fuerza para poder llenarme de ese olor penetrante de naturaleza. Y lo mejor es que lo consigo. Entonces vuelvo sobre mis pasos y comienzo de nuevo a imaginar que al otro lado de la puerta encontraré un paraíso lleno de colores, aguas transparentes, aromas penetrantes que todavía desconozco. Pero antes de poder cruzarla, paso por la cocina para preparar la comida del día y fregar los cacharros con el agua del grifo. Después cruzaré la puerta y por un momento, el jardín se convertirá en una isla llena de poesía.

martes, 7 de octubre de 2008

Espero curarme de ti


Estrené este blog con un poema de uno de mis poetas preferidos. Y hoy, he sentido la necesidad de publicar otro, de los muchos que me conmueven de él.



Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.
Jaime Sabines

jueves, 2 de octubre de 2008

Un delirio


La verdad no existe. Es mutable, caprichosa, dolorosa, exigente, autoritaria, heredada, egoísta, vengadora, orgullosa. La verdad tiene muchas caras y se llama honesta. La verdad de hoy es diferente a la de ayer y a la de mañana. ¿Qué clase de verdad es entonces? Es la verdad de lo que sientes en cada momento. Es la verdad de un instante. La verdad es como la mentira. Son primas hermanas aunque se odien.

miércoles, 1 de octubre de 2008

De momento


De momento te quiero, y al momento siguiente te quiero aún más. Te quiero cuando me hablas y más aún cuando callas. Cuando me escuchas y cuando me ignoras. Cuando me miras y cuando me das la espalda. Amo igual tus silencios y tus palabras.
Te quiero de momento. Te quiero siempre. A la luz del día, en la madrugada, en la sombra, en la penumbra. Despierta, dormida.
Te quiero mientras fumo, mientras como, mientras río, mientras lloro, mientras camino, mientras respiro, mientras vivo.
Te quiero de momento. Te quiero cada minuto.
Te quiero entre las sábanas cuando me haces enteramente tuya. Cuando susurras, cuando respiras, cuando pronuncias mi nombre en todas sus versiones. Te quiero cuando te lo digo al oído y cuando lo grito. Cuando te llamo y respondes. Cuando te vas y desapareces. Cuando me buscas y más aún cuando me encuentras. Te quiero en el recuerdo, en el olvido, pero más aún cuando te quedas conmigo. Te quiero sin saber muy bien por qué te quiero.
De momento te quiero. Mientras te escribo.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Olvidar el tiempo

Hablo en pasado
Para ahuyentar el tiempo.
Para no tener que enfrentarme
Al reflejo interminable
De tu imagen.
Digo:
¡cuánto te quise!
Como si así
Ya no pudiera quererte.

Hablo en pasado
Como si el infinitivo
No pudiera jamás
Alcanzar a ese futuro
Que sé que no ha de llegar.
Como si pudiera
Conjurar el presente,
Y olvidar que te quise
Y volver el verbo inexistente.
Y olvidar, olvidar el tiempo
En el que te quise.

martes, 23 de septiembre de 2008

Saltarse las reglas


Si alguna vez hubieras decidido saltarte las reglas… ¿Quién sabe?
No vale saltárselas cuando yo te digo, llámame, roba esa rosa para mi, haz una herida en ese banco del parque para que cicatricen nuestros nombres sin dolor, muérdeme el cuello para que tenga que usar el pañuelo que me regalaste, regálame un perfume para poder añadir un nuevo aroma a mi cuerpo, escríbeme un anónimo que hasta a mi me cueste identificar y me haga soñar contigo, haz que suene nuestra canción en aquel bar de copas donde nos conocimos, sorpréndeme en la esquina por la que paso cada día para ir al trabajo, obsérvame desde la distancia cuando bailo en mitad de la pista sin rumbo, envíame flores silvestres sin tarjeta el día de mi cumpleaños. Ámame aquí y ahora.

Saltarse las reglas es llamarme cuando sabes que me pillarás en una reunión con clientes importantes y sólo me pasarán las llamadas de urgencias. ¿Nunca has tenido una urgencia? Una urgencia puede ser escuchar tu voz en medio de un concierto de piano y violines sonando en el Auditorio. ¡Ay lo que te has perdido! Te has perdido mi desconcierto, mi respiración agitadamente contenida disimulando entre papeles que vuelan por los aires, disculpas que no acaban nunca, mis piernas cruzándose y descruzándose, mis gestos fingidos de angustia para velar la mirada perdida que me produce tu voz al otro lado del teléfono profiriendo tus urgencias. ¡Ay si te hubieras saltado las reglas! ¿Quién sabe? Tal vez hubiera corrido a tu encuentro y me hubiera levantado de la reunión con clientes importantes alegando una urgencia que sólo teníamos tú y yo, o me hubiera levantado de la butaca del auditorio arrastrando mi chal y susurrando disculpas inaudibles para perderme contigo en el interior de un taxi que espera en la puerta, o en los mismísimos lavabos del teatro con la música de Mozart de fondo amortiguando nuestro deseo.
¿Lo has hecho alguna vez en un lavabo, en un ascensor, en un taxi, bajo un árbol, en un avión, en un probador, en la arena del mar, en un campo de luna llena…? Quizá si te hubiera dicho que incluso hasta para cada uno de esos lugares existen reglas, te hubieras atrevido con ello. Iba a decir tú te lo pierdes, pero en realidad nos lo perdemos los dos. Malditas reglas. No caben en ellas las sorpresas, ni los sueños, ni el romanticismo, ni la excitación, ni la esperanza. En ellas, sólo caben el miedo, la vergüenza, la culpa, el castigo y una vida entera llena de ansiedad. Una vida que va marchitando las flores poco a poco y haciendo que la luna llena no vuelva a estar llena nunca más.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Magia -una declaración de amor-



Magia es despertar cada mañana a tu lado y amar cada arruga de tu cara. Amar tu olor a sueño. Es querer recordar cada momento vivido. Recordar tus besos en las noches frías y en las mañanas cálidas. Los besos en la cocina, en el salón, en el parque, en la cama. Recordar también los besos que no nos dimos. Magia es esperarte cada día con la ilusión del primero. Esperarte temblando las rodillas, temblando de amor al verte. Magia es olvidar regalarnos un regalo de aniversario y seguir recordando las flores marchitas como si siguieran vivas. Es olvidar las veces que no nos dijimos te quiero y recordar tu voz nombrándome. Magia es conocer tus secretos más íntimos y custodiarlos. Saber que tienes sueños inalcanzables y sueños tras los que correr y correr contigo. Magia es amarte sin condiciones ni contratos. Es descubrirnos cada día como si fuéramos viejos conocidos que se encuentran y se cuentan. Magia es contar contigo para vivir lo que esté por venir y saber que lo viviré contigo. Es confiar y saber que estaremos juntos en lo bueno y en lo malo como nos prometimos. Magia es tener fe cuando el otro nos dice que nos ama y no dudar ni calibrar ni pedir ni rendir cuentas. Magia es creer que la vida es tan inevitable como la muerte y vivirla. Es trascender en lo infinito lo finito. Saber que existimos más allá de nosotros mismos. Magia es cruzar nuestros destinos y no dejar que el destino nos separe. Magia es vivir contigo.

domingo, 21 de septiembre de 2008

A cada paso


Las horas ya no significan nada. Son nuestra diferencia y nunca nuestro encuentro. Las tres de la madrugada ya no es un poema con el que me nombras. Las horas pasan y ni siquiera pasan a la vez. Sólo en el silencio que inventamos para no tener que hablarnos, imagino que coinciden mis pasos y los tuyos por cualquier lugar del mundo. En cualquier calle estarás pisando mis recuerdos. A veces, un "quizá" me estremece, y miro el reloj. Las diez. Y cuando vuelvo a mirar me abandono al tiempo, me rindo ante él, y los recuerdos crujen como las hojas de otoño al pisarlas y me duelen los pies a cada paso.

martes, 9 de septiembre de 2008

Ácido dulce


Te meces en mi recuerdo. Mi saliva se llena de ácido dulce. Mi cuerpo se estremece al tocarlo con tu dedo invisible. Te meces en mi recuerdo y lo llenas todo de sombras y luces, de luna y de mar, de rincones inventados por los que hemos paseado. Te meces en mi recuerdo y te encuentro inmóvil y te doy vida por un instante que abarca el tiempo. Eres príncipe y sapo, mi libertador y mi dueño. Mi alegría y mi dolor. Eres el hombre que se desvanece ante mis ojos y al que sólo puedo ver en mi imaginación hambrienta de caricias, de alas, de sueños, de verdades mal contadas. Eres el hombre que me inventa cada día, y al que yo invento, que me toca con sus dedos, que me abraza y que me besa en el cuerpo y en la boca de otras mujeres de carne y hueso, mientras yo imagino que escuchas mi voz en cada una de ellas, que soy yo y no ellas por las que estás ahí tumbado en sus camas, haciéndote feliz. Soy yo la que sueña con tu cuerpo desnudo mientras te desnudas y sigiloso te deslizas en sus pieles, en sus pliegues, en sus sábanas. Saciada, la mañana me deja un sabor ácido dulce.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Gotas de rocío


Ha amanecido. Después de muchas lunas, el sol asoma en un horizonte lejano y teñido todavía de una bruma espesa y gris. Todavía hace frío. Es un frío parecido al del rocío. Unas gotas llenas de una noche tan eterna como la juventud. Unas gotas que auguran el fin y el comienzo, derritiéndose una a una. Un aire caliente desciende hasta mi guarida y acaricia mi piel con su brisa. El agua escarchada cede a su soplido y cada poro de mi piel se entrega a él rendida, agradecida. Mi cuerpo se estremece en la tibieza de un amanecer ya olvidado. La oscuridad se resiste, y el frío se clava como un puñal de acero. Y de repente, amanece. El negro se torna en una luz lechosa, temerosa, imprecisa. Los colores son tenues, casi imperceptibles a mi retina eclipsada. La noche y el día se echan un pulso sobre mi cuerpo aún dormido. Y la luz atraviesa por fin la manzana retenida en mi boca, y el aire entra en mis pulmones y me despierta de un sueño lleno de sombras que no atinan ya a esconderse, y se remueven inquietas, y lloran lágrimas de rocío hasta que despiertan. Por fin ha amanecido.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

A borbotones...


Al transcribir una sensación, las palabras parece que la convirtieran en eterna, pero a veces, también me siento joven...


 Hoy me siento vieja. Ayer también. Y no es sólo por esa piel que se empeña en irse descolgando sigilosamente. Ese vientre que se niega a endurecerse tras un último parto tardío e inesperado, ese pelo que va perdiendo el brillo, esas manchas que aparecen poco a poco en el dorso de mi mano. No. No es sólo mi cuerpo aquejado de un mal de huesos que duelen al acostarse y se rinden a su suerte. No. No es la tristeza del espejo que me mira con unos ojos tristes adornados con unas sutiles líneas que marcan los años, ni la redondez que van adquiriendo mis curvas antaño casi perfectas. No. Es por esta añoranza que me araña a cada momento y me pilla desprevenida cuando quiero sonreír, y en lugar de una sonrisa me sale una mueca. Es esa pena de alzar a mi hijo al aire y sentir cómo desfallecen mis fuerzas a medida que se alzan sus risas. La resignación que se apodera de mi rebeldía y le gana terreno peligrosamente. Los amigos, los grandes amigos a los que ya no deseo llamar porque se quedaron agazapados tras su propia vejez más prematura que la mía. Las pocas ganas que me van quedando de hacer amigos nuevos porque ya no creo en esa amistad por la que dabas la vida. Esa amistad a la que recurrías para llorar tus penas y compartir alegrías con una buena cena y un buen vino sin obviar nada, hablando a borbotones, llorando a borbotones, riendo a borbotones. Ahora las penas las lloro en silencio y con pocas lágrimas. Y las pocas alegrías las celebro alzando la copa y tragándome la vida yo sola frente a un plato de macarrones. Es la certeza de que ya no me quedan grandes pasiones por vivir, la desilusión de no engendrar nuevas ilusiones, pero sobre todo la desilusión de no haber cumplido con las que he tenido y la seguridad de que no podré hacerlo. Ya no queda tiempo. La rutina instalada en el eco de las mismas palabras que antes sonaban a música de bombo y platillo, y ahora suenan a retahíla de misa de once, de un domingo cualquiera. El dolor de no escuchar esas mismas palabras que antes te hacían vibrar de emoción y se te colaban en el corazón, y ahora se quedan nadando infinitamente en el recuerdo. La piel herida por las caricias que se quedan en el aire, el deseo hecho pedazos, Los besos de miel convertidos en agua, el color opaco de mis ojos llorando sin lágrimas. Los recuerdos clavados como puñales incapaces de atravesar la coraza hecha de años. La visión implacable de los jóvenes repitiendo la historia mientras creen que la inventan. El sueño desvelado sin el consuelo de un abrazo en la madrugada. Después de todo, quizá no sea la vejez el peor de mis males. Quizá lo peor sea esta espera interminable de resurgir de mis propias cenizas. De volver a creer que todo es posible. De no permitir a mi piel marchita sentir de nuevo el beso palpitante del deseo, el aliento excitado de otra boca derritiendo mi nombre. Quizá la vejez no me llegue hasta que lo acepte del todo. Quizá, después de todo, no haya tanta diferencia entre la vida y la muerte, el principio y el fin. Quizá la vejez sea esta ausencia de sentirse amada.

lunes, 11 de agosto de 2008

El amigo

(Publicado por primera vez el 11/8/2008)

El amigo es con el que nunca has de cohabitar (léase coitar). Lo único que el destino tiene contra él, es que es amigo. Nada más grande en el alma y tan incierto en el cuerpo. Un amigo es el que te escucha cuando él mismo sufre y calla, el que te recoge en mitad de una noche tirada, el que comparte las risas de tu cara y el que ríe tus gracias. Es el que te llama sin aviso, el espejo en el que te miras sin miedo a verte distorsionada. Es el que te busca para escuchar un concierto donde poder vibrar y disfrutar juntos. La vela siempre encendida y siempre sabiendo que es el alma lo que compartes y reclamas. Y la reclamas por encima de la piel y por debajo de ella…

viernes, 6 de junio de 2008

Pensamiento

Ayer ya es mañana.