No es exactamente un cuento de Navidad, pero es el único cuento que he sido capaz de escribir para felicitaros las fiestas. Ya sé que algunos las odian, y otros las adoran. Yo las adoro a pesar de los pesares. Tienen algo de olor a galletas recién hechas por las manos de tu madre, algo de pandereta sin música, de villancico heredado, de joya de la corona, de luces para iluminar el camino que deberíamos seguir, aunque cuando acaben, cada uno seguirá su camino. Pero el cuento no era éste. Aquí os dejo mi cuento. ¡ F E L I Z N A V I D A D !
Canta el gorrión tras los barrotes de una jaula, donde un canario canta sin cesar el himno de su casta. Come el gorrión que ve comer el alpiste de un comedero, y beber el agua de un bebedero, mientras él pica de flor en flor las migas que el aire va dejando, mientras bebe el agua del manantial que corre calle abajo. Cuelga el gorrión de una rama mecida por el viento, mientras se columpia el canario de un columpio colgado de una ventana. Vuela el canario con su piel de terciopelo sin poder abrir sus alas, revoloteando bajo un cielo de plomo. Vuela el gorrión hasta con sus alas rotas, sabiendo que pueden acabar desvencijadas con tan solo cruzarse en su vuelo con un tiro desatinado, con el tirachinas de un niño, con las uñas de un gato sin escrúpulos. Y sin embargo se me antoja que preferiría ser gorrión en el mundo de los pájaros.