Gracias a todos por vuestra mirada.

martes, 4 de octubre de 2016

Puertas al campo

Me estoy volviendo perezosa
para gastar palabras
que pueden decirse con un beso,
con un gesto,
con una caricia reclamando su derecho
a decir la última palabra
cuando todo ya está dicho.
Y es que el cuerpo no entiende
de caligrafías con buena letra
ni  paréntesis que tratan de explicar
lo que no alcanza a explicar el sustantivo.
La piel solo entiende de versos
que se escriben con la sangre que huye, 
del trazo firme y obstinado
en repetir el discurso
que dictan las normas de buenas costumbres.
Versos que solo pueden escribirse
en tus párpados,
en tu espalda
en tu pecho,
en el punto exacto del poema
que reclama por entero al cuerpo,
y comprende al fin, que no se pueden poner
puertas al campo.


domingo, 25 de septiembre de 2016

Adicta al mar

Lo confieso,
soy adicta al mar.
Me gusta admirar su grandeza
desde el acantilado
casi tanto como acariciar
con mis pies desnudos
la arena de su playa.
Me gusta dejarme mecer
por sus olas
en ese ir y venir de las mareas.
Necesito al mar como aliado,
el que siempre me espera paciente,
el que no tiene prisa
de volver a ninguna parte.
Él siempre está ahí
para darme sus besos de sal
para contar conmigo estrellas
para dejarme beber de la luna
y dormirnos en la orilla de la noche

hasta que el amanecer nos despierta.

domingo, 28 de agosto de 2016

Declive

Hay un momento
en el que declina la vida
y siempre piensas que puede ser peor.
Entonces te reconcilias con ella
ves el aire, lo respiras,
le pones color a los árboles
y el cielo se vuelve azul
y la noche llueve estrellas.
Momentos que duran el instante
que dura la vida entera.
Y vuelve  el cielo a hacerse negro
y vuelve la noche a llover puñales
y vuelve el aire a hacerse irrespirable
y vuelven los árboles

a agitar las sombras.

lunes, 16 de mayo de 2016

Hablar al aire

“El labio que calla va convirtiéndose en cicatriz”.
(Luis Rosales)
Hablar con el aire sin ojos que te miren
sin gesto en la palabra
sin respuesta que acompañe a la pregunta,
a la queja a la lágrima.
Hablar en el silencio
al que presupones orejas
y hasta un corazón de plata
-- si me apuras--.
Hablar cuando las ansias
pueden más que la dignidad
de saber que nadie te escucha,
que el aire no es sino aire
mecido por recuerdos abandonados
en su memoria.
Hablar para no dar tregua a la locura.
Hablar aunque sea al aire al que repudias
para poder seguir creyendo que estás viva
aún sabiendo que la palabra
es el último estertor
antes de caer en la tumba
--del silencio--.

lunes, 7 de marzo de 2016

Oquedad

Y una cree haberse acostumbrado al silencio
donde sólo escuchas la voz
de tus propias preguntas y tus propias respuestas.
Nunca fui amiga de pedir consejo
ni gusto de dar ninguno a menos que me insistan.
De nada sirve la experiencia de otros
—a veces ni siquiera la de una misma—.
Una acaba en su concha hecha de trozos
de mar y de cielo,
y no existe otro lenguaje que el eco repetido
en la oquedad inmensa.
Y una entiende que el vacío es la ausencia
de abrazos y caricias
de las que reconfortan el alma y el cuerpo.