Gracias a todos por vuestra mirada.

miércoles, 15 de junio de 2022

Nuevos horizontes

 “…No tengo más patria que tu cuerpo,

más bandera que el tono de tus ojos

más religión que el santo de tu nombre 

ni más ideología que amarte “

                                                                 -Ana Montojo-

Miro tus ojos y una tristeza antigua que no sé si es tuya o mía, se diluye como un azucarillo en el café. Y brota agua de una fuente seca, y brota vida de una piel muerta, y la música que me hacía llorar, se convierte en una danza desnuda ante esos ojos enigma pasión, verdad y fe. Y oigo mi voz pronunciar  palabras de amor sin quebrarse y en mi boca solo hay besos y mis pies se sincronizan con tus pasos. Y me abres puertas y ventanas para contemplar juntos nuevos horizontes sin soledades impuestas, sin gritos de angustia o de rabia, sin juicios ni prejuicios, sin más meta que nuestros cuerpos amaneciendo para amarse.

miércoles, 8 de junio de 2022

Perseidas

 Dibujas cabellos de oro

flotando en el aire

y una piel blanca 

sobre el lienzo del ocaso 

que borra todas las manchas de la edad.

Inventas un corazón puro 

ajeno al enemigo 

y unas manos como pétalos 

a punto de florecer.

Y creo ver en tus ojos 

una mujer distinta 

a la que miro con recelo 

en el espejo de mi habitación.

Una mujer que ha olvidado 

a todos los amantes

que alguna vez la amaron

y a los que ella amó.

Y quisiera ser ella 

y dormir cada noche en tus sueños 

y despertar en tus brazos 

y saberme yo.

Ser sin vértigo 

sin miedo a la caída 

con las alas desplegadas

para alzar el vuelo 

allá donde dibujes 

un cielo de perseidas

o cualquier otro cielo que inventes 

o nos invente.




lunes, 4 de abril de 2022

Latido

 

No existe un hombro lo suficientemente grande

donde poder llorar todas las penas.

 

Quisiera arrancarme el corazón

y sentarme a llorar como la niña

que cree que tras el llanto

siempre llega la caricia.

Pero las lágrimas son ahora

cristales clavados en la boca del estómago,

en la garganta,

en la sangre bombeando

a doscientas pulsaciones por minuto

-para morir al instante siguiente-.

Y no llega el llanto,

y ya no soy la niña,

y ya no soy el rostro de la mujer

con la que soñé tantos años.

Quisiera estrujar mi corazón y desangrarlo,

ver cómo chorrea la tristeza,

apretarlo entre mis manos

a modo de venganza

vaciarlo por completo de su sangre.

Que no recordara nunca que ha amado,

que olvidara por fin

que fue latido.