Ante tanta desolación, cualquier otro
dolor parece un insulto, y sin embargo, la vida sigue clavando aguijones aquí y
allá como para que no olvidemos que ella sigue ahí. Doy gracias a la poesía que
tanto me ayuda a la hora de exorcizar mis demonios.
“…Y aunque en la piel
nos queden cicatrices
desde el viejo pasado
hasta el presente
puede ser que logremos
ser felices
(Mario Benedetti)
A la hora de
echar cuentas
el amor está
de sobra en este menester.
Solo suman
los errores;
los años
malgastados
a la luz de
una vela que no arde,
los besos
malogrados,
los abrazos
de madera,
los
recuerdos abortados
que nunca se
atrevieron a nacer.
Los números
no entienden de promesas
y mucho
menos de fe.
Los números
se cuadran
frente al
pelotón de fusilamiento
sin dejar
una sola palabra en pie.
No entienden
de vigilias,
ni de
sonrisas con lágrimas,
ni de
dolores ocultos detrás de un telón.
Saldadas las
cuentas,
no queda ni
un trozo de cielo
que guardar
en la memoria,
ni una caracola
donde escuchar
el murmullo
de las olas,
ni una miga
de pan
que nos
señale el camino de vuelta.
Saldadas las
cuentas,
apago el
último cigarrillo del día,
y me voy a
dormir con las ventanas abiertas
y con el sueño de poder ser—todavía—
un poco
feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario