No están los tiempos para mucho erotismo, y quizá por ello, haya venido a mi memoria este poema.
Algunas noches, cuando el deseo
cruza el umbral que separa
la tierra de los cielos,
viene a la memoria de mis manos
el ritmo al que se movían tus caderas
con todos los sueños
galopando hacia el abismo.
Mis labios vuelven a ser entonces
los labios de una geisha,
entrenada para amar
sin condiciones ni contratos.
En el silencio de la noche
puedo oler el aroma de tu sexo
mientras mi boca se inunda de saliva
y el delirio de mis besos
recorre la distancia que separa
tu boca de mi boca.
El sonido de tus pasos llega desde lejos,
te cuelas a deshoras en mi cama,
y tus dedos de barro se hunden
en el fondo de mi vientre.
Moldeas a tu antojo las curvas de mi cuerpo
estrujas mis pechos, los aplastas
y vuelves a escupirlos.
Desgarro tu nombre entre gemidos,
y en ese relámpago de eternidad
donde el mundo se detiene,
invoco tus suspiros
para sincronizar nuestros orgasmos
mientras el placer me atraviesa
de lado a lado el corazón.
2 comentarios:
Más allá del placer físico y efímero está el placer de los sentimientos: el primero es un instinto natural, el segundo una dedicación prolongada, la ternura hecha mimo. Enhorabuena por este poema.
Un abrazo.
Así es Paco. El placer tiene muchas formas y muchas edades y etapas diferentes. Es cuando todas se dan al unísono, cuando el placer se hace amor o el amor placer. Simbiosis. Es un placer contar contigo. Gracias por tu mirada. Un abrazo.
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